sábado, 29 de noviembre de 2008

El Kybalion - 7a Parte - La Paradoja Divina


CAPÍTULO VI

LA PARADOJA DIVINA

«Los medio-sabios, reconociendo la irrealidad relativa del universo, imaginan que pueden desafiar sus leyes; tales son tontos vanos y presuntuosos, y se estrellan contra las rocas y son rotos en pedazos por los elementos en razón de su locura. Los verdaderamente sabios, conociendo la naturaleza del universo, usan La Ley contra las leyes; lo superior contra lo inferior; y por el arte de la alquimia transmutan lo que es indeseable en lo que es apreciable, y así triunfan. La maestría no consiste en sueños anormales, visiones, e imaginaciones o vivencias fantásticas, sino en usar las fuerzas superiores contra las inferiores, escapando a los sufrimientos de los planos inferiores vibrando en los superiores. La transmutación, no la negación presuntuosa, es el arma del maestro.»

El Kybalion.

Ésta es la paradoja del universo, resultante del principio de polaridad que se manifiesta cuando EL TODO comienza a crear -atención a ella, pues señala la diferencia entre la media-sabiduría y la sabiduría-. Mientras que para EL TODO INFINITO, el universo, sus leyes, sus poderes, su vida, sus fenómenos, son como cosas observadas en el estado de meditación o sueño; sin embargo, para todo lo que es finito, el universo debe ser tratado como real, y la vida, y la acción, y el pensamiento, deben estar basados sobre ello, acordemente, aunque siempre con una comprensión de la verdad superior. Cada uno de acuerdo con su propio plano y leyes.

Fuera EL TODO a imaginar que el universo fuese en verdad real, entonces pobre del universo, pues no habría entonces escape desde lo inferior a lo superior, en dirección hacia lo divino -entonces el universo se volvería fijo y el progreso se volvería imposible-. Y si el hombre, debido a la media-sabiduría, actúa y vive y piensa en el universo como meramente un sueño (semejante a sus propios sueños finitos) entonces en verdad que se convierte en eso para él, y como un sonámbulo tropieza siempre dando vueltas y vueltas en un círculo, no haciendo ningún progreso, y siendo forzado al final a un despertar al caer magullado y vertiendo sangre sobre las leyes naturales que ignoró.

Mantened vuestra mente siempre en la estrella, pero dejad que vuestros ojos observen vuestras pisadas, no sea que caigáis en el cieno en razón de vuestra mirada dirigida hacia arriba. Recordad la paradoja divina, de que "Mientras que el universo NO ES, aún ES”. Recordad siempre los dos polos de la verdad -el absoluto y el relativo-. Cuidado con las medias-verdades.

Lo que los hermetistas conocen como «la ley de la paradoja» es un aspecto del principio de polaridad. Los escritos herméticos están llenos con referencias a la aparición de la paradoja en la consideración de los problemas de la vida y el ser.

Los instructores están advirtiendo constantemente a sus estudiantes contra el error de omitir el «otro lado» de cualquier cuestión. Y sus advertencias están dirigidas particularmente a los problemas de lo absoluto y lo relativo, que dejan perplejos a todos los estudiantes de filosofía, y que hacen a tantos pensar y actuar contrariamente a lo que se conoce generalmente como «sentido común». Y precavemos a todos los estudiantes que estén seguros de captar la paradoja divina de lo absoluto y relativo, no sea que se queden embrollados en el lodazal de la media-verdad. Esta lección particular ha sido escrita con esto a la vista. ¡Leedla cuidadosamente!

El primer pensamiento que le viene al hombre que piensa después de que realiza la verdad de que el universo es una creación mental del TODO, es que el universo y todo lo que contiene es una mera ilusión, una irrealidad, idea contra la que su instinto se rebela. Pero ésta, como todas las otras grandes verdades, debe ser considerada tanto desde el punto de vista absoluto como relativo. Desde el punto de vista absoluto, desde luego, el universo es de la naturaleza de una ilusión, un sueño, una fantasmagoría, cuando se compara con EL TODO en sí mismo.

Reconocemos esto incluso en nuestro punto de vista ordinario, pues hablamos del mundo como «un fugaz espectáculo» que va y viene, nace y muere, pues el elemento de impermanencia y cambio, finitud e insustancialidad, debe estar siempre conectado con la idea de un universo creado cuando se contrasta con la idea del TODO, no importa cuáles puedan ser nuestras creencias concernientes a la naturaleza de ambos. Filósofo, metafísico, científico y teólogo coinciden todos sobre esta idea, y el pensamiento se encuentra en todas las clases de pensamiento filosófico y concepciones religiosas, así como en las teorías de las respectivas escuelas de metafísica y teología.

Así que las enseñanzas herméticas no predican la insustancialidad del universo en ninguno de los términos más fuertes que aquellos que os son más familiares, aunque su presentación del tema pueda parecer algo más sobrecogedora. Todo lo que tiene un comienzo y un final debe ser, en un sentido, irreal y falso, y el universo cae bajo la regla, en todas las escuelas de pensamiento.

Desde el punto de vista absoluto, no hay nada real excepto EL TODO, no importa qué términos podamos usar al pensar en o discutir el asunto. Sea que el universo esté creado de materia, o sea una creación mental en la mente del TODO, es insustancial, no duradero, una cosa de tiempo, espacio y cambio. Queremos que analicéis este hecho concienzudamente, antes de pasarle juicio a la concepción hermética de la naturaleza mental del universo. Pensad sobre cualquiera y todas de las otras concepciones, y ved si esto no es verdad de ellas.

Pero el punto de vista absoluto muestra meramente un lado del cuadro -el otro lado es el relativo-. La verdad absoluta ha sido definida como «las cosas tal como la mente de Dios las conoce», mientras que la verdad relativa es «las cosas tal como la razón más elevada del hombre las entiende». Y así mientras que para EL TODO el universo debe ser irreal e ilusorio, un mero sueño o el resultado de una meditación; no obstante, para las mentes finitas que forman una parte de ese universo, y lo ven a través de facultades mortales, el universo es muy real en verdad, y debe ser considerado así.

Al reconocer el punto de vista absoluto, no debemos cometer el error de ignorar o negar los hechos y fenómenos del universo tal como se presentan a nuestras facultades mortales -no somos EL TODO, recordad-.

Para tomar ilustraciones familiares, todos reconocemos el hecho de que la materia «existe» para nuestros sentidos -lo pasaríamos mal si no lo hiciéramos-. Y sin embargo, incluso nuestras mentes finitas entienden el dicho científico de que no hay tal cosa como la materia desde un punto de vista científico; lo que llamamos materia se sostiene que es meramente una agregación de átomos, átomos que son en sí mismos meramente un agrupamiento de unidades de fuerza, llamadas electrones o «iones», vibrando y en constante moción circular.

Golpeamos una piedra y sentimos el impacto; parece ser real, pese a que sabemos que es meramente lo que hemos establecido arriba. Pero recordad que nuestro pie, que siente el impacto por medio de nuestros cerebros, es igualmente materia, constituido por tanto de electrones, y en cuanto a eso también nuestros cerebros. Y, en el mejor de los casos, si no fuera por nuestra mente, no sabríamos del pie o de la piedra en absoluto.

Entonces de nuevo, el ideal del artista o escultor, que está tratando de reproducir en piedra o lienzo, le parece a él muy real. Igual lo hacen los caracteres en la mente del autor, o dramaturgo, que busca expresar de modo que otros puedan reconocerlos. Y si esto es verdad en el caso de nuestras mentes finitas, ¿cuál debe ser el grado de realidad en las imágenes mentales creadas en la mente del infinito? Oh, amigos, para los mortales este universo de mentalidad es muy real en verdad; es el único que podemos conocer nunca, aunque nos elevemos de plano a plano, cada vez más arriba en él.

Para conocerlo de otro modo, por verdadera experiencia, tendríamos que ser EL TODO. Es verdad que cuanto más alto nos elevemos en la escala -cuanto más cerca nos llegamos de «la mente del padre» más evidente se vuelve la naturaleza ilusoria de las cosas finitas, pero la visión no se desvanece realmente hasta que EL TODO nos absorbe finalmente hacia sí.

Así que no necesitamos detenernos sobre el carácter de ilusión. Más bien, reconociendo la naturaleza real del universo, busquemos entender sus leyes mentales, y esforcémonos por usarlas hasta su mejor efecto en nuestro progreso hacia arriba a través de la vida, conforme viajamos de plano a plano de existencia. Las leyes del universo no son menos «leyes de hierro» por su naturaleza mental. Todo, excepto EL TODO, está atado por ellas. Lo que hay EN LA MENTE INFINITA DEL TODO es REAL en un grado segundo sólo a esa realidad misma que está investido en la naturaleza del TODO.

Así que no os sintáis inseguros o temerosos, estamos SOSTENIDOS FIRMEMENTE EN LA MENTE INFINITA DEL TODO, y no hay nada que nos hiera o que hayamos de temer. No hay ningún poder fuera del TODO para afectamos. Así que debemos descansar calmos y seguros. Entonces «calmos y apaciblemente dormimos, mecidos en la cuna de lo profundo», reposando a salvo en el seno del océano de mente infinita, que es EL TODO. En EL TODO, en verdad, «vivimos y nos movemos y tenemos nuestro ser».

La materia es de todos modos materia para nosotros, mientras habitamos en el plano de la materia, aunque sabemos que es meramente una agregación de «electrones», o partículas de fuerza, vibrando rápidamente y girando una alrededor de la otra en las formaciones de los átomos; los átomos a su vez vibrando y girando, formando moléculas, las cuales a su vez forman masas mayores de materia. No se vuelve la materia menos materia cuando seguimos la pesquisa aún más lejos, y aprendemos de las enseñanzas herméticas que la «fuerza» de la que los electrones no son sino unidades, es meramente una manifestación de la mente del TODO, y como todo lo demás en el universo es puramente mental en su naturaleza.

Mientras estemos en el plano de la materia, debemos reconocer sus fenómenos; podemos controlar la materia (como lo hacen todos los maestros de mayor o menor grado), pero lo hacemos así aplicando las fuerzas superiores. Cometemos una insensatez cuando intentamos negar la existencia de la materia en el aspecto relativo. Podemos negar su dominio sobre nosotros -y eso correctamente-, pero no deberíamos intentar ignorarla en su aspecto relativo, al menos mientras residamos sobre su plano.

Ni se vuelven las leyes de la Naturaleza menos constantes o efectivas cuando sabemos, igualmente, que son meramente creaciones mentales. Ellas tienen pleno efecto en los diversos planos. Superamos las leyes inferiores, aplicando unas aún superiores -y sólo de este modo-. Pero no podemos escapar a la ley o elevamos por encima de ella enteramente. Nada sino EL TODO puede escapar a la ley -y eso porque EL TODO es la LEY en sí, de donde emergen todas las leyes-.

Los maestros más avanzados pueden adquirir los poderes usualmente atribuidos a los dioses de los hombres; y hay incontables rangos de ser, en la gran jerarquía de la vida, cuyo ser y poder trasciende incluso el de los más elevados maestros entre los hombres hasta un grado impensable por los mortales, pero incluso el más elevado maestro, y el más elevado ser, deben inclinarse ante la ley, y ser como nada ante el ojo del TODO. Así que si incluso estos seres los más elevados, cuyos poderes exceden incluso aquellos atribuidos por los hombres a sus dioses; si incluso éstos están ligados y subordinados a la ley, imaginad entonces la presunción del hombre mortal, de nuestra raza y grado, cuando osa considerar las leyes de la Naturaleza como «irreales», visionarias e ilusorias, porque resulta ser capaz de captar la verdad de que las leyes son mentales en naturaleza, y simplemente creaciones mentales del TODO.

Esas leyes que EL TODO pretende que sean leyes gobernantes no han de ser desafiadas o argüidas. Mientras el universo dure, ellas durarán, pues el universo existe por virtud de estas leyes que forman su armazón y lo mantienen junto.

El principio hermético de mentalismo, mientras que explica la verdadera naturaleza del universo sobre el principio de que todo es mental, no cambia las concepciones científicas del universo, la vida o la evolución. De hecho, la ciencia meramente corrobora las enseñanzas herméticas. Las últimas meramente enseñan que la naturaleza del universo es «mental», mientras que la ciencia moderna ha enseñado que es «material»; o (últimamente) que es «energía» en el último análisis.

Las enseñanzas herméticas no tienen ningún fallo que encontrar en el principio básico de Herbert Spencer que postula la existencia de una «energía infinita y eterna, de donde proceden todas las cosas». De hecho, los herméticos reconocen en la filosofía de Spencer la más elevada afirmación externa del funcionamiento de las leyes naturales que haya sido nunca promulgada, y creen que Spencer ha sido una reencarnación de un antiguo filósofo que residió en el antiguo Egipto hace miles de años, y que posteriormente encamó como Heráclito, el filósofo griego que vivió en el 500 a. de J. C. Y consideran su afirmación de la «energía infinita y eterna» como directamente en la línea de las enseñanzas herméticas, siempre con la adición de su propia doctrina de que su «energía» es la energía de la mente del TODO.

Con la llave maestra de la filosofía hermética, el estudiante de Spencer será capaz de abrir las muchas puertas de las concepciones filosóficas internas del gran filósofo inglés, cuya obra muestra los resultados de la preparación de sus encarnaciones anteriores. Sus enseñanzas concernientes a la evolución y el ritmo están casi en perfecto acuerdo con las enseñanzas herméticas concernientes al principio de ritmo.

Así que el estudiante de las enseñanzas herméticas no necesita dejar a un lado ninguna de sus acariciadas visiones científicas concernientes al universo. Todo lo que se le pide hacer es captar el principio subyacente de que «EL TODO es mente; el universo es mental, sostenido en la mente del TODO».

Encontrará que los otros seis de los siete principios se «ajustarán» en su conocimiento científico, y servirán para extraer puntos oscuros y arrojar luz en rincones sombríos. Esto no ha de extrañarnos, cuando realizamos la influencia del pensamiento hermético en los primitivos filósofos de Grecia, sobre cuyos fundamentos de pensamiento descansan ampliamente las teorías de la ciencia moderna. La aceptación del primer principio hermético (mentalismo) es el único gran punto de diferencia entre la ciencia moderna y los estudiantes herméticos, y la ciencia está moviéndose gradualmente hacia la posición hermética en su tantear en la oscuridad por una vía de salida del laberinto en el que ha vagado en su búsqueda por la realidad.

El propósito de esta lección es imprimir sobre las mentes de nuestros estudiantes el hecho de que, para todas las intenciones y propósitos, el universo y sus leyes, y sus fenómenos, son tan REALES, hasta donde el hombre está concernido, como lo serían bajo las hipótesis del materialismo o el energismo. Bajo cualquier hipótesis el universo en su aspecto externo es cambiante, siempre fluyente y transitorio -y por consiguiente, vacío de sustancialidad y realidad-.

Pero (notad el otro polo de la verdad) bajo cualquiera de las mismas hipótesis, estamos compelidos a ACTUAR Y VIVIR como si las cosas fugaces fuesen reales y sustanciales. Con esta diferencia, siempre, entre las diversas hipótesis que bajo las viejas visiones el plano mental era ignorado como una fuerza natural, mientras que bajo el mentalismo se convierte en la fuerza natural más grande. Y esta única diferencia revoluciona la vida, a aquellos que entienden el principio y sus leyes y práctica resultantes.

Así que, finalmente, estudiantes todos, captad la ventaja del mentalismo, y aprended a conocer, usar y aplicar las leyes que resultan de él. Pero no os rindáis a la tentación que, como establece El Kybalion, sobreviene a los medio-sabios y les hace ser hipnotizados por la aparente irrealidad de las cosas, siendo la consecuencia que vagan como gente de sueños habitando en un mundo de sueños, ignorando el trabajo práctico y la vida del hombre, siendo el fin que «se estrellan contra las rocas y son rotos en pedazos por los elementos, en razón de su locura».

Seguid más bien el ejemplo de los sabios, de los que la misma autoridad establece que «usan la ley contra las leyes; lo superior contra lo inferior; y por el arte de la alquimia transmutan lo que es indeseable en lo que es apreciable, y así triunfan». Siguiendo a la autoridad, evitemos la media-sabiduría (que es locura) que ignora la verdad de que: «La maestría no consiste en sueños anormales, visiones e imaginaciones o vivencias fantásticas, sino en usar las fuerzas superiores contra las inferiores, escapando a los sufrimientos de los planos inferiores vibrando en los superiores.» Recuerda siempre, estudiante, que «la mutación, no la negación presuntuosa, es el arma del maestro». Las acotaciones de arriba son de El Kybalion, y son merecedoras de ser confiadas a la memoria por el estudiante.

No vivimos en un mundo de sueños, sino en un universo que, mientras que relativo, es real hasta donde nuestras vidas y acciones están concernidas. Nuestra ocupación en el universo no es negar su existencia, sino VIVIR, usando las leyes para elevarnos de lo inferior a lo superior -continuar viviendo, haciéndolo lo mejor que podemos bajo las circunstancias que surgen cada día, y viviendo, hasta donde es posible, conforme a nuestras ideas e ideales más elevados.

El verdadero significado de la vida no es conocido por los hombres en este plano -si es que, en verdad, en alguno-, pero las más elevadas autoridades, y nuestras propias intuiciones, nos enseñan que no cometeremos ningún error al vivir conforme a lo mejor que hay en nosotros, hasta donde es posible, y realizando la tendencia universal en la misma dirección, a pesar de aparentes evidencias de lo contrario. Estamos todos en el sendero -y la ruta conduce siempre hacia arriba, con frecuentes lugares de descanso-.

Leed el mensaje de El Kybalion -y seguid el ejemplo de «los sabios»- evitando el error de los «medio-sabios» que perecen por razón de su locura.