domingo, 30 de noviembre de 2008

El Kybalion . 16a Parte - Axiomas Herméticos


CAPÍTULO XV

AXIOMAS HERMÉTICOS

«La posesión del conocimiento, a no ser que vaya acompañada por una manifestación y una expresión en la acción, es como el amontonamiento de metales preciosos: una cosa vana y tonta. El conocimiento, como la riqueza, está destinado al uso. La ley del uso es universal, y aquel que la viola sufre en razón de su conflicto con las fuerzas naturales.»

El Kybalion.

Las enseñanzas herméticas, mientras que siempre fueron conservadas seguramente encerradas en las mentes de los afortunados poseedores de ellas, por razones que ya hemos establecido, nunca estuvieron destinadas a ser meramente almacenadas y mantenidas en secreto. La ley del uso es considerada en las enseñanzas, como podéis ver por referencia a la acotación de arriba de El Kybalion, que la establece a la fuerza. El conocimiento sin el uso y la expresión es una cosa vana, que no trae ningún bien a su poseedor o a la raza. Cuidaos de la tacañería mental y expresad en acción lo que habéis aprendido. Estudiad los axiomas y aforismos, pero practicadlos también.

Damos abajo algunos de los más importantes axiomas herméticos de El Kybalion, con unos pocos comentarios añadidos a cada uno. Haced éstos vuestros, y practicadlos y usadlos, pues no son realmente vuestros hasta que los habéis usado.

«Para cambiar vuestro humor o estado mental, cambiad vuestra vibración.»

El Kybalion.

Uno puede cambiar sus vibraciones mentales por un esfuerzo de la voluntad, en la dirección de fijar deliberadamente la atención sobre un estado más deseable. La voluntad dirige la atención, y la atención cambia la vibración. Cultivad el arte de la atención, por medio de la voluntad, y habréis solucionado el secreto de la maestría de los humores y los estados mentales.

«Para destruir una frecuencia indeseable de vibración mental, poned en operación el principio de polaridad y concentraos sobre el polo opuesto a aquel que deseáis suprimir. Matad lo indeseable cambiando su polaridad.»

El Kybalion.

Ésta es una de las fórmulas herméticas más importantes. Está basada sobre verdaderos principios científicos. Os hemos mostrado que un estado mental y su opuesto eran meramente los dos polos de una cosa, y que por la transmutación mental la polaridad podía ser invertida. Este principio es conocido por los modernos psicólogos, que lo aplican a la ruptura de hábitos indeseables ordenando a sus estudiantes concentrarse sobre la cualidad opuesta.

Si estás poseído del temor, no pierdas el tiempo tratando de «matar» el temor, sino que cultiva en cambio la cualidad del coraje, y el temor desaparecerá.

Algunos escritores han expresado esta idea muy fuertemente usando la ilustración de la habitación oscura. No tenéis que traspasar o barrer la oscuridad, sino que meramente abriendo los postigos y dejando entrar la luz, la oscuridad ha desaparecido.

Para matar una cualidad negativa, concentraos sobre el polo positivo de esa misma cualidad, y las vibraciones cambiarán gradualmente del negativo al positivo, hasta que finalmente os volveréis polarizados en el polo positivo en vez de en el negativo. Lo inverso también es verdad, como muchos han hallado para su pesar, cuando se han permitido a sí mismos vibrar demasiado constantemente en el polo negativo de las cosas.

Cambiando vuestra polaridad podéis dominar vuestros humores, cambiar vuestros estados mentales, rehacer vuestra disposición y edificar el carácter. Mucha de la maestría mental de los herméticos avanzados se debe a esta aplicación de la polaridad, que es uno de los aspectos importantes de la transmutación mental. Recordad el axioma hermético (acotado previamente) que dice:

«La mente (así como los metales y los elementos) puede ser transmutada, de estado a estado; de grado a grado; de condición a condición; de polo a polo; de vibración a vibración.»

El Kybalion.

La maestría de la polarización es la maestría de los principios fundamentales de la transmutación mental o alquimia mental, pues salvo que uno adquiera el arte de cambiar su propia polaridad, será incapaz de afectar a su ambiente. Una comprensión de este principio le capacitará a uno para cambiar su propia polaridad, así como la de otros, si tan sólo quiere dedicar el tiempo, cuidado, estudio y práctica necesarios para amaestrar el arte.

El principio es verdadero, pero los resultados obtenidos dependen de la paciencia y práctica persistentes del estudiante.

«El ritmo puede ser neutralizado por una aplicación del arte de la polarización.»

El Kybalion.

Como hemos explicado en capítulos anteriores, los hermetistas sostienen que el principio de ritmo se manifiesta en el plano mental así como en el plano físico, y que la desconcertante sucesión de humores, sentimientos, emociones y otros estados mentales es debida a la oscilación hacia adelante y hacia atrás del péndulo mental, que nos lleva de un extremo de sentimiento hasta el otro.

Los hermetistas enseñan también que la ley de neutralización le capacita a uno, hasta una gran medida, para superar la operación del ritmo en la conciencia.

Como hemos explicado, hay un plano superior de conciencia, así como el plano inferior ordinario, y el maestro elevándose mentalmente al plano superior hace que la oscilación del péndulo mental se manifieste en el plano inferior, y él residiendo en su plano superior, escapa a la conciencia de la oscilación hacia atrás. Esto se efectúa polarizándose en el ser superior, y elevando así las vibraciones mentales del ego por encima de las del plano ordinario de conciencia. Es similar a elevarse por encima de una cosa, y permitirle que pase por debajo suyo.

El hermetista avanzado se polariza en el polo positivo de su ser -el polo «yo soy» más que el polo de la personalidad-, y «rehusando» y «negando» la operación del ritmo, se eleva por encima de su plano de conciencia, y poniéndose firme en su afirmación del ser permite que el péndulo oscile hacia atrás en el plano inferior sin cambiar su polaridad.

Esto es llevado a cabo por todos los individuos que han conseguido cualquier grado de automaestría, entiendan la ley o no. Tales personas simplemente se «rehúsan» a permitirse a sí mismas ser osciladas hacia atrás por el péndulo del humor y la emoción, y afirmando firmemente la superioridad, permanecen polarizados en el polo positivo.

El maestro, por supuesto, consigue un grado de eficiencia mucho mayor, porque él entiende la ley que está superando por una ley superior, y por el uso de su voluntad consigue un grado de aplomo y firmeza mental casi imposible de creer por parte de aquellos que se permiten a sí mismos ser oscilados hacia atrás y hacia adelante por el péndulo mental de humores y sentimientos.

Recordad siempre, sin embargo, que no destruís realmente el principio del ritmo, pues éste es indestructible. Simplemente superáis una ley contrarrestándola con otra, y mantenéis así un equilibrio.

Las leyes del equilibrio y el contraequilibrio están en operación en los planos mentales, así como físicos, y una comprensión de estas leyes le capacita a uno a que parezca que derriba leyes, mientras que meramente está ejerciendo un contraequilibrio.

«Nada escapa al principio de causa y efecto, pero hay muchos planos de causación, y uno puede usar las leyes del superior para superar las leyes del inferior»

El Kybalion.

Por un entendimiento de la práctica de la polarización, los hermetistas se elevan a un plano superior de causación y contrarrestan así las leyes de los planos inferiores de causación. Elevándose por encima del plano de las causas ordinarias, se convierten ellos mismos, en un grado, causas en vez de ser meramente causados. Siendo capaces de amaestrar sus propios humores y sentimientos, y siendo capaces de neutralizar el ritmo, como ya hemos explicado, son capaces de escapar a una gran parte de las operaciones de causa y efecto en el plano ordinario.

Las masas de gente son arrastradas, obedientes a su entorno, las voluntades y deseos de otros más fuertes que ellos, los efectos de tendencias heredadas, las sugestiones de aquéllos alrededor suyo, y otras causas externas, que tienden a moverles sobre el tablero de ajedrez de la vida como meros peones.

Elevándose por encima de estas causas influenciantes, los hermetistas avanzados buscan un plano superior de acción mental, y dominando sus humores, emociones, impulsos y sentimientos, crean para sí mismos nuevos caracteres, cualidades y poderes, por los que superan su ambiente ordinario, y se convierten así prácticamente en jugadores en vez de meros peones.

Tal gente ayuda a jugar el juego de la vida comprensiblemente, en vez de ser movida en este y aquel sentido por influencias más fuertes y poderes y voluntades. Usan el principio de causa y efecto, en vez de ser usados por él. Desde luego, incluso los más elevados están sujetos al principio tal como se manifiesta en los planos superiores, pero en los planos inferiores de actividad son maestros en vez de esclavos. Como El Kybalion dice:

«Los sabios sirven en el superior, pero rigen en el inferior. Obedecen las leyes que vienen de por encima de ellos, pero en su propio plano, y en aquellos por debajo de ellos, rigen y dan órdenes. Y sin embargo, al hacerlo así, forman parte del principio, en vez de oponerse a él. El hombre sabio se ajusta a la ley, y entendiendo sus movimientos la opera en vez de ser su esclavo ciego. Igual que el nadador adiestrado se vuelve en este sentido y en aquél, yendo y viniendo como quiere, en vez de ser como el leño que es llevado aquí y allá -igual es el hombre sabio comparado con el hombre ordinario-, y sin embargo el nadador y el leño, el hombre sabio y el tonto, están sujetos a la ley. Aquel que entiende esto está bien sobre la ruta hacia la maestría.»

El Kybalion.

En conclusión, llamemos de nuevo vuestra atención hacia el axioma hermético:

«La verdadera transmutación hermética es un arte mental.»

El Kybalion.

En el axioma de arriba, los hermetistas enseñan que la gran obra de influenciar el entorno de uno es llevada a cabo por el poder mental. Siendo el universo completamente mental, se sigue que puede ser regido sólo por la mentalidad. Y en esta verdad ha de encontrarse una explicación de todos los fenómenos y manifestaciones de los diversos poderes mentales que están atrayendo tanta atención y estudio en estos primeros años del siglo xx.

Detrás de y bajo las enseñanzas de los diversos cultos y escuelas, permanece siempre constante el principio de la sustancia mental del universo. Si el universo es mental en su naturaleza sustancial, se sigue entonces que la transmutación mental debe cambiar las condiciones y fenómenos del universo. Si el universo es mental, entonces la mente debe ser el más elevado poder que afecta sus fenómenos.

Si esto se entiende, entonces todos los supuestos «milagros» y «maravillas» se ven llanamente como lo que son.

«El TODO es MENTE; el universo es mental.»

El Kybalion.

El Kybalion - 15a Parte - Género Mental


CAPÍTULO XIV

GÉNERO MENTAL

A los estudiantes de psicología que han seguido la tendencia moderna de pensamiento a lo largo de las líneas de los fenómenos mentales les ha llamado la atención la persistencia de la idea de la mente dual que se ha manifestado tan fuertemente durante los pasados diez o quince años, y que ha dado origen a un número de plausibles teorías concernientes a la naturaleza y constitución de estas «dos mentes».

El fallecido Thomson J. Hudson alcanzó gran popularidad en 1893 avanzando su bien conocida teoría de las «mentes objetiva y subjetiva» que sostenía que existían en todo individuo. Otros escritores han atraído casi igual atención por las teorías concernientes a las «mentes consciente y subconsciente», las «mentes voluntaria e involuntaria», «las mentes activa y pasiva», etc. Las teorías de los diversos escritores difieren una de la otra, pero permanece el principio subyacente de «la dualidad de la mente».

El estudiante de la filosofía hermética está tentado a sonreír cuando lee y oye de estas muchas «nuevas teorías» concernientes a la dualidad de la mente, adhiriéndose tenazmente cada escuela a sus propias teorías caprichosas, y exclamando cada una haber «descubierto la verdad». El estudiante vuelve las páginas de la historia oculta, y muy atrás en los oscuros comienzos de las enseñanzas ocultas encuentra referencias a la antigua doctrina hermética del principio de género en el plano mental

-la manifestación del género mental-. Y examinando más lejos encuentra que la filosofía antigua tuvo conocimiento del fenómeno de la «mente dual», y dio cuenta de él por la teoría del género mental. Esta idea del género mental puede ser explicada en unas pocas palabras a los estudiantes que están familiarizados con las teorías modernas recién aludidas.

El principio masculino de la mente corresponde a la así llamada mente objetiva, mente consciente, mente voluntaria, mente activa, etc. Y el principio femenino de la mente corresponde a la así llamada mente subjetiva, mente subconsciente, mente involuntaria, mente pasiva, etc.

Desde las enseñanzas herméticas no están de acuerdo con las muchas teorías modernas concernientes a la naturaleza de las dos fases de la mente, ni admiten muchos de los hechos alegados para los dos respectivos aspectos, siendo llevadas muy lejos algunas de dichas teorías y alegatos e incapaces de soportar la prueba del experimento y la demostración. Apuntamos a las fases de acuerdo meramente con el propósito de ayudar al estudiante a asimilar su conocimiento previamente adquirido con las enseñanzas de la filosofía hermética.

Los estudiantes de Hudson notarán la afirmación al comienzo de su segundo capítulo de «La ley de los fenómenos psíquicos», de que: «La jerga mística de los filósofos herméticos descubre la misma idea general» -i. e., la dualidad de la mente-. Si el Dr. Hudson se hubiese tomado el tiempo y problema de descifrar un poco de «la jerga mística de la filosofía hermética», habría podido recibir mucha luz sobre el tema de «la mente dual»; pero entonces, quizá su obra sumamente interesante podría no haber sido escrita. Consideremos ahora las enseñanzas herméticas concernientes al género mental.

Los instructores herméticos imparten su instrucción concerniente a este sujeto invitando a sus estudiantes a examinar el dictamen de sus conciencias en lo que atañe a su ser. Se les invita a los estudiantes a volver su atención hacia adentro sobre el ser que habita dentro de cada uno. Se conduce a cada estudiante a ver que su conciencia le da primero un dictamen de la existencia de su ser -el dictamen es «yo soy»-. Éstas al principio parecen ser las palabras finales de la conciencia, pero un pequeño examen posterior descubre el hecho de que este «yo soy» puede ser separado o fragmentado en dos partes distintas, o aspectos, que mientras que trabajan al unísono y en conjunción, pueden, no obstante, ser separados en la conciencia.

Mientras que al principio parece haber sólo un «yo» existente, un examen más cuidadoso y más de cerca revela el hecho de que existe un «yo» y un «mí». Estos gemelos mentales difieren en sus características y naturaleza, y un examen de su naturaleza y los fenómenos que surgen de la misma arrojarán mucha luz sobre muchos de los problemas de la influencia mental.

Comencemos con una consideración del «mi», que es usualmente confundido con el «yo» por el estudiante, hasta que empuja la pesquisa un poco más lejos atrás en los escondrijos de la conciencia. Un hombre piensa de su ser (en su aspecto de «mí») como estando compuesto de ciertos sentimientos, apetencias, gustos, disgustos, hábitos, ataduras peculiares, características, etc., todo lo cual contribuye a componer su personalidad o el «ser» conocido a él mismo y a otros.

Él sabe que estas emociones y sentimientos cambian, nacen y se desvanecen, están sujetos al principio de ritmo y al principio de polaridad, que le llevan de un extremo de sentimiento al otro. También piensa en el «mí» como siendo cierto conocimiento reunido en su mente, y formando así una parte de sí mismo. Este es el «mí» de un hombre.

Pero hemos procedido demasiado rápidamente. El «mí» de muchos hombres puede decirse que consiste mayormente de su conciencia del cuerpo y sus apetitos físicos, ete. Estando su conciencia mayormente ligada a su naturaleza corporal, ellos prácticamente «viven ahí».

Algunos hombres van incluso tan lejos como para considerar su vestido personal como una parte de su «mí», y realmente parecen considerarlo una parte de sí mismos. Un escritor ha dicho humorísticamente que «los hombres constan de tres partes: alma, cuerpo y trajes».

Esta gente «consciente de sus trajes» perdería su personalidad si se la desvistiese de su ropaje por los salvajes con ocasión de un naufragio. Pero incluso muchos que no están tan fuertemente atados con la idea de la vestimenta personal se adhieren estrechamente a la conciencia de que sus cuerpos sean su «mí». No pueden concebir un ser independiente del cuerpo. Su mente parece serles prácticamente «algo que pertenece a» su cuerpo -lo que en muchos casos es en verdad-.

Pero conforme el hombre se eleva en la escala de la conciencia, es capaz de desenredar su «mí» de su idea del cuerpo, y es capaz de pensar en su cuerpo como «perteneciente a» la parte mental de él.

Pero incluso entonces está muy expuesto a identificar el «mí» enteramente con los estados mentales, sentimientos, etc., que siente que existen dentro de. Esta muy expuesto a considerar estos estados internos como idénticos consigo mismo, en vez de que sean simplemente «cosas» producidas por alguna parte de su mentalidad, y existiendo dentro de él -de él y en él, pero aún no «él mismo»-.

El ve que puede cambiar estos estados internos de sentimientos por un esfuerzo de la voluntad, y que puede producir un sentimiento o estado de una naturaleza exactamente opuesta, del mismo modo, y sin embargo el mismo «mí» existe. Y así después de un rato es capaz de dejar a un lado estos diversos estados mentales, emociones, sentimientos, hábitos, cualidades, características y otras pertenencias mentales personales; es capaz de dejarlas a un lado en la colección «no mí» de curiosidades e impedimentos, así como valiosas posesiones.

Esto requiere mucha concentración mental y poder de análisis mental de parte del estudiante. Pero, sin embargo, la tarea es posible para el estudiante avanzado, e incluso aquellos no tan avanzados son capaces de ver, en la imaginación, cómo puede ser llevado a cabo el proceso.

Después de que se ha llevado a cabo este proceso de dejar a un lado, el estudiante se encontrará en posesión consciente de un «ser» que puede ser considerado en sus aspectos duales de «yo» y «mí». Se sentirá que el «mí» es un algo mental en que los pensamientos, ideas, emociones, sentimientos y otros estados mentales pueden ser producidos. Puede ser considerado como la «matriz mental», como los antiguos lo nombraban, capaz de generar retoños mentales. Se presenta a la conciencia como un «mí» con poderes latentes de creación y generación de progenie mental de todas suertes y clases.

Sus poderes de energía creativa se siente que son enormes. Pero aún parece ser consciente de que debe recibir alguna forma de energía de su «yo» compañero, o de algún otro «yo», antes de ser capaz de traer a la existencia sus creaciones mentales. Esta conciencia trae consigo la realización de una enorme capacidad para el trabajo mental y la capacidad creativa.

Pero el estudiante pronto encuentra que esto no es todo lo que encuentra dentro de su conciencia interna. Encuentra que existe un algo mental que es capaz de querer que el «mí» actúe a lo largo de ciertas líneas creativas, y que es capaz también de permanecer a un lado y observar la creación mental.

A esta parte de sí mismos se le enseña a llamarla su «yo». Él es capaz de descansar en su conciencia a voluntad. El no encuentra ahí la conciencia de una capacidad de generar y crear activamente, en el sentido del proceso gradual acompañante a las operaciones mentales, sino más bien una sensación y conciencia de la capacidad de proyectar una energía desde el «yo» hasta el «mí» -un proceso de «querer» que la creación mental comience y proceda-.

Encuentra también que el «yo» es capaz de permanecer a un lado y observar las operaciones de creación y generación mental del «mí». Hay este aspecto dual en la mente de toda persona. El «yo» representa el principio masculino del género mental; el «mí» representa el principio femenino. El «yo» representa el aspecto de ser; el «mí», el aspecto de venir a ser.

Notaréis que el principio de correspondencia opera en este plano igual que lo hace sobre el gran plano sobre el que se lleva a cabo la creación de universos. Los dos son similares en clase, aunque bastamente diferentes en grados. «Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba.»

Estos aspectos de la mente -los principios masculino y femenino, el «yo» y el mí»-, considerados en conexión con los bien conocidos fenómenos mentales y psíquicos, dan la llave maestra a estas regiones oscuramente conocidas de operación y manifestación mental. El principio de género mental da la verdad subyacente a toda el área de los fenómenos de influencia mental, etc.

La tendencia del principio femenino es siempre en la dirección de recibir impresiones, mientras que la tendencia del principio masculino es siempre en la dirección de dar o expresar. El principio femenino tiene un área de operación mucho más variada de lo que tiene el principio masculino.

El principio femenino conduce el trabajo de generar nuevos pensamientos, conceptos, ideas incluyendo el trabajo de la imaginación. El principio masculino se contenta con el trabajo de la «voluntad», en sus variadas fases.

Sin embargo, sin, la ayuda activa de la voluntad del principio masculino, el principio femenino está expuesto a permanecer contento con generar imágenes mentales que son el resultado de impresiones recibidas desde el exterior, en vez de producir creaciones mentales originales.

Las personas que pueden dar una atención y pensamiento continuados a un asunto emplean activamente ambos de los principios mentales: el femenino en el trabajo de la generación mental activa, y la voluntad masculina en estimular y energetizar la porción creativa de la mente.

La mayoría de las personas realmente no emplean el principio masculino sino poco, y están contentas con vivir de acuerdo con los pensamientos e ideas instilados dentro del «mí» a partir del «yo» de otras mentes. Pero no es nuestro propósito detenernos sobre esta fase del asunto, que puede ser estudiada a partir de cualquier buen libro de texto sobre psicología, con la llave que os hemos dado lo concerniente al género mental.

El estudiante de los fenómenos psíquicos se percata de los maravillosos fenómenos clasificados bajo el encabezamiento de telepatía, transferencia de pensamiento, influencia mental, sugestión, hipnotismo, etcétera.

Muchos han buscado una, explicación de estas variadas fases de los fenómenos bajo las teorías de los diversos instructores de la «mente dual». Y en cierta medida están en lo correcto, pues hay claramente una manifestación de dos fases distintas de actividad mental. Pero si tales estudiantes quieren considerar estas «mentes duales» a la luz de las enseñanzas herméticas concernientes a las vibraciones y el género mental, verán que la llave tanto tiempo buscada está a mano.

En los fenómenos de la telepatía se ve cómo la energía vibratoria del principio masculino se proyecta hacia el principio femenino de otra persona, y la última toma el pensamiento simiente y permite que se desarrolle a la madurez. Del mismo modo operan la sugestión y el hipnotismo.

El principio masculino de la persona que da las sugestiones dirige un vaho de energía vibratorio o poder de la voluntad hacia el principio femenino de la otra persona, y la última, aceptándolo, lo hace suyo y actúa y piensa acordemente. Una idea así alojada en la mente de otra persona crece y se desarrolla, y con el tiempo es considerada como el vástago mental de pleno derecho del individuo, mientras que es en realidad como el huevo del cuclillo puesto en el nido del gorrión, donde destruye al vástago de pleno derecho y se pone como en su hogar.

El método normal es que los principios masculino y femenino en la mente de una persona se coordinen y actúen armoniosamente en conjunción uno con el otro.

Pero, desgraciadamente, el principio masculino en la persona corriente es demasiado perezoso para actuar -el despliegue de poder de la voluntad es demasiado ligero- y la consecuencia es que tales personas son regidas casi enteramente por las mentes y voluntades de otras personas, a las que permiten hacer su pensamiento y volición por ellas.

¿Cuántos pocos pensamientos o acciones originales son ejecutados por la persona corriente? ¿No son la mayoría de las personas meras sombras o ecos de otras que tienen voluntades o mentes más fuertes que ellas? El problema es que la persona corriente reside casi del todo en su conciencia de «mí», y no se percata que tiene una cosa tal como un «yo».

Se polariza en su principio femenino de la mente, y al principio masculino, en el que está alojada la voluntad, se le permite permanecer inactivo y no empleado.

Los hombres y las mujeres fuertes del mundo manifiestan invariablemente el principio masculino de la voluntad, y su fortaleza depende materialmente de este hecho. En vez de vivir sobre las impresiones hechas sobre sus mentes por otros, dominan sus propias mentes por su voluntad, obteniendo la clase de imágenes mentales deseada, y más aún dominan igualmente las mentes de otros, de la misma manera.

Mirad a la gente fuerte, cómo se las apaña para implantar sus pensamientos-simiente en las mentes de las masas de la gente, haciendo así que la última tenga pensamientos acordes con los deseos y voluntades de los individuos fuertes. Es por esto que las masas de gente son tales criaturas semejantes a borregos, no originando nunca una idea propia, ni usando sus propios poderes de actividad mental.

La manifestación del género mental puede ser advertida en todo nuestro alrededor en la vida de cada día. Las personas magnéticas son aquellas que son capaces de usar el principio masculino de modo de impresionar sus ideas sobre otras. El actor que hace a la gente gemir o llorar como desea, está empleando este principio. E igualmente lo está el orador con éxito, hombre de estado, predicador, escritor u otra gente que está ante la atención pública. La peculiar influencia ejercida por alguna gente sobre otros es debida a la manifestación del género mental, a lo largo de las líneas vibratorias arriba indicadas.

En este principio yace el secreto del magnetismo personal, la influencia personal, la fascinación, etc., así como los fenómenos agrupados generalmente bajo el nombre de hipnotismo.

El estudiante que se ha familiarizado con los fenómenos de los que generalmente se habla como de «psíquicos» habrá descubierto la parte importante jugada en dichos fenómenos por esa fuerza que la ciencia ha denominado «sugestión», término por el cual se quiere dar a entender el proceso o método por el que una idea es transferida a, o «impresionada sobre», la mente de otro, haciendo que la segunda mente actúe de acuerdo con ella.

A fin de comprender inteligentemente los variados fenómenos psíquicos en los que subyace la sugestión, es necesario un entendimiento correcto de la sugestión. Pero aún más necesario le es un conocimiento de la vibración y el género mental al estudiante de la sugestión. Pues el principio completo de la sugestión depende del principio del género mental y de la vibración.

Es acostumbrado en los escritores y profesores de la sugestión explicar qué es la mente «objetiva o voluntaria» la que hace la impresión mental, o sugestión, sobre la mente «subjetiva o involuntaria». Pero no describen el proceso o no dan analogía ninguna en la naturaleza por la que podamos comprender más fácilmente la idea. Pero si queréis pensar en la cuestión a la luz de las enseñanzas herméticas, seréis capaces de ver que la energetización del principio femenino por la energía vibratoria del principio masculino está de acuerdo con las leyes universales de la naturaleza, y que el mundo natural proporciona incontables analogías por las que el principio puede ser entendido.

De hecho, las enseñanzas herméticas muestran que la creación misma del universo sigue la misma ley, y que en todas las manifestaciones creativas, sobre los planos de lo espiritual, lo mental y lo físico, está siempre en operación este principio de género, esta manifestación de los principios masculino y femenino. «Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba.»

Y más aún que esto, una vez que el principio de género mental es captado y entendido, los variados fenómenos de la psicología se vuelven al punto capaces de clasificación y estudio inteligentes, en vez de estar muy en la oscuridad.

El principio «funciona» en la práctica, porque está basado sobre las inmutables leyes universales de la vida.

No entraremos en una discusión extendida, o descripción, de los variados fenómenos de la influencia mental o la actividad psíquica. Hay muchos libros, muchos de ellos bastante buenos, que han sido escritos y publicados sobre este asunto en los últimos años. Los hechos principales establecidos en estos diversos libros son correctos, aunque los distintos autores hayan intentado explicar los fenómenos por múltiples y caprichosas teorías que les son propias.

El estudiante puede familiarizarse con estas materias, y usando la teoría del género mental será capaz de poner orden a partir del caos de la teoría y las enseñanzas conflictivas, y puede, más aún, hacerse prontamente él mismo un maestro del tema si así estuviera inclinado a hacerlo.

El propósito de esta obra no es dar un relato extendido de los fenómenos psíquicos, sino más bien dar al estudiante la llave maestra por la que pueda abrir las muchas puertas que conducen a las partes del templo del conocimiento que pueda desear explorar. Creemos que en esta consideración de las enseñanzas de El Kybalion, uno puede encontrar una explicación que servirá para aclarar muchas aperplejantes dificultades -una llave que abrirá muchas puertas-. ¿Qué utilidad tiene entrar en detalles concernientes a todos los muchos rasgos de los fenómenos, psíquicos y la ciencia mental, supuesto que situamos en las manos del estudiante los medios por los que puede familiarizarse él mismo plenamente con respecto a cualquier fase del tema que pueda interesarle?

Con la ayuda de El Kybalion uno puede ir a través de cualquier biblioteca oculta de nuevo, iluminando la vieja luz de Egipto muchas páginas sombrías y asuntos oscuros.

Ese es el propósito de este libro. No venimos exponiendo una nueva filosofía, sino más bien proporcionando los bosquejos de una antiquísima gran enseñanza que aclarará las enseñanzas de otros, que servirá como un gran reconciliador de teorías diferentes y doctrinas opuestas.

El Kybalion - 14a Parte - Gènero


CAPÍTULO XIII

GÉNERO

«El género está en todo; todo tiene sus principios masculino y femenino; el género se manifiesta en todos los planos.»

El Kybalion.

El gran séptimo principio hermético -el principio de género- incorpora la verdad de que hay género manifestado en todo; que los principios masculino y femenino están siempre presentes y activos en todas las fases de los fenómenos, en cada y todo plano de vida. En este punto creemos conveniente llamar vuestra atención al hecho de que el género, en su sentido hermético, y el sexo en el uso ordinariamente aceptado del término, no son lo mismo.

La palabra «género» se deriva de la raíz latina que significa «engendrar, procrear, generar, crear, producir». Una consideración momentánea os mostrará que la palabra tiene un significado mucho más amplio y general que el término «sexo», refiriéndose el último a las distinciones físicas entre las cosas vivientes macho y hembra.

El sexo es meramente una manifestación del género en un cierto plano del gran plano físico -el plano de la vida orgánica-. Deseamos imprimir esta distinción sobre vuestras mentes, por la razón de que ciertos escritores, que han adquirido un conocimiento superficial de la filosofía hermética, han buscado identificar este séptimo principio hermético con teorías y enseñanzas salvajes y fantasiosas, y a menudo reprensibles, concernientes al sexo.

El oficio del género es solamente el de crear, producir, generar, etc., y sus manifestaciones son visibles en todo plano de fenómenos. Es algo difícil producir pruebas de esto a lo largo de líneas científicas, por la razón de que la ciencia no ha reconocido todavía este principio como de aplicación universal. Pero a pesar de eso están surgiendo algunas pruebas a partir de fuentes científicas. En primer lugar, encontramos una clara manifestación del principio de género entre los corpúsculos, iones o electrones, que constituyen la base de la materia tal como la ciencia conoce ahora la última, y que formando ciertas combinaciones forman el átomo, que fue considerado hasta muy recientemente como final e indivisible.

La última palabra de la ciencia es que el átomo está compuesto de una multitud de corpúsculos, electrones o iones (siendo aplicados los diversos nombres por autoridades diferentes), revolucionando uno alrededor del otro y vibrando en un grado de intensidad elevados. Pero se hace la afirmación acompañante de que la formación del átomo es debida realmente al amontonamiento de corpúsculos negativos alrededor de uno positivo, pareciendo ejercer los corpúsculos positivos una cierta influencia sobre los corpúsculos negativos, haciendo que los últimos asuman ciertas combinaciones y así «crean» o «generan» un átomo.

Esto está en línea con las más antiguas enseñanzas herméticas, que han identificado siempre el principio masculino del género con el polo «positivo», y el femenino con el polo «negativo» de la electricidad (así llamada).

Ahora una palabra en este punto concerniente a esta identificación. La mente del público se ha formado una impresión enteramente errónea concerniente a las cualidades del llamado polo «negativo» de la materia electrificada o magnetizada. Los términos positivo y negativo son aplicados muy erróneamente a este fenómeno por la ciencia. La palabra positivo significa algo real y fuerte, cuando se compara con una irrealidad o debilidad negativa. Nada está más lejos de los hechos reales de los fenómenos eléctricos.

El llamado polo negativo de la batería es realmente el polo en y por el que se manifiesta la generación o producción de nuevas formas y energías. No hay nada «negativo» respecto a él. Las mejores autoridades científicas usan ahora la palabra «cátodo» en lugar de «negativo», viniendo la palabra cátodo de la raíz griega que significa «descendencia, el sendero de generación, etc.».

Del polo cátodo emerge el enjambre de electrones o corpúsculos; del mismo polo emergen estos maravillosos «rayos» que han revolucionado las concepciones científicas durante la década pasada. El polo cátodo es la madre de todos los extraños fenómenos que han vuelto inútiles los viejos libros de texto, y que han causado que muchas teorías aceptadas desde hace largo tiempo sean relegadas a la pila de sobras de la especulación científica.

El cátodo, o polo negativo, es el principio madre de los fenómenos eléctricos y de las formas más finas de materia conocidas todavía por la ciencia. Así que veis que estamos obstinados en rehusarnos a usar el término «negativo» en nuestra consideración del asunto, y en insistir sobre sustituir la palabra «femenino» por el viejo término. Los hechos del caso nos confirman en esto, sin tomar en consideración las enseñanzas herméticas. Y así usaremos la palabra «femenino» en lugar de «negativo» al hablar de ese polo de actividad.

Las últimas enseñanzas científicas son que los corpúsculos creativos o electrones son femeninos (la ciencia dice que «están compuestos de electricidad negativa», nosotros decimos que están compuestos de energía femenina). Un corpúsculo femenino se desprende de, o más bien abandona, un corpúsculo masculino, y comienza una nueva carrera. Busca activamente una unión con un corpúsculo masculino, siguiendo un impulso natural a crear nuevas formas de materia o energía.

Un escritor va tan lejos como para usar el término «busca al punto, por su propia volición, una unión», etc. Este desprendimiento y unión forman la base de la mayor parte de las actividades del mundo químico.

Cuando el corpúsculo femenino se une con un corpúsculo masculino, ha comenzado un cierto proceso. Las partículas femeninas vibran rápidamente bajo la influencia de la energía masculina, y circulan rápidamente alrededor de la última. El resultado es el nacimiento de un nuevo átomo. Este nuevo átomo está compuesto realmente de una unión de los electrones o corpúsculos masculino y femenino, pero cuando se forma la unión el átomo es una cosa separada, teniendo ciertas propiedades, pero no manifestando ya más la propiedad de electricidad libre.

El proceso de desprendimiento o separación de los electrones femeninos es llamado «ionización».

Estos electrones, o corpúsculos, son los trabajadores más activos en el campo de la Naturaleza. Surgiendo de sus uniones, o combinaciones, se manifiestan los variados fenómenos de la luz, el calor, la electricidad, el magnetismo, la atracción, la repulsión, la afinidad química y lo opuesto, y fenómenos similares. Y todo esto surge a partir de la operación del principio de género en el plano de la energía.

La parte del principio masculino parece ser la de dirigir una cierta energía inherente hacia el principio femenino, iniciando así a la actividad los procesos creativos. Pero el principio femenino es el que está haciendo siempre el trabajo creativo -y esto es así en todos los planos-. Y, sin embargo, cada principio es incapaz de energía operativo sin la asistencia del otro. En algunas de las formas de vida, los dos principios están combinados en un organismo.

Por eso, todo en el mundo orgánico manifiesta ambos géneros -siempre está presente el masculino en la forma femenina, y el femenino en la forma masculina-.

Las enseñanzas herméticas incluyen mucho concerniente a la operación de los dos principios del género en la producción y manifestación de diversas formas de energía, etc., pero no estimamos conveniente entrar en detalles concernientes a las mismas en este punto, porque somos incapaces de respaldarlas con pruebas científicas, por la razón de que la ciencia no ha llegado aún tan lejos. Pero el ejemplo que os hemos dado de los fenómenos de los electrones o corpúsculos os mostrará que la ciencia está en el sendero correcto, y os dará también una idea general de los principios subyacentes.

Algunos investigadores científicos prominentes han anunciado su creencia de que en la formación de los cristales habría de encontrarse algo que corresponde con la «actividad sexual», lo que es otra paja que muestra la dirección en que están soplando los vientos científicos. Y cada año traerá otros hechos para corroborar la corrección del principio hermético de género.

Se encontrará que el género está en operación y manifestación constante en el área de la materia inorgánica y en el área de la energía o fuerza.

La electricidad es ahora considerada generalmente como el «algo» en el que todas las otras formas de energía parecen fundirse o disolverse. La «teoría eléctrica del universo» es la última doctrina científica, y está creciendo rápidamente en popularidad y en aceptación general. Y se sigue así que si somos capaces de descubrir en los fenómenos de la electricidad -incluso en la raíz y fuente misma de sus manifestaciones- una evidencia clara e inconfundible de la presencia del género y sus actividades, estamos justificados en pediros que creáis que la ciencia ha ofrecido por fin pruebas de la existencia en todos los fenómenos universales de ese gran principio hermético: el principio de género.

No es necesario que os toméis vuestro tiempo con los fenómenos bien conocidos de la «atracción y repulsión» de los átomos la afinidad química; los «amores y odios» de las partículas atómicas-, la atracción o cohesión entre las moléculas de materia. Estos hechos son demasiado bien conocidos para necesitar un comentario ampliado por parte nuestra.

Pero ¿habéis considerado alguna vez que todas estas cosas son manifestaciones del principio de género? ¿No podéis ver que los fenómenos coinciden plenamente con el de los corpúsculos o electrones? Y mas aún, ¿no podéis ver la razonabilidad de las enseñanzas herméticas que afirman que la ley misma de gravitación -esa extraña atracción en razón de la cual todas las partículas y cuerpos de materia en el universo tienden uno hacia el otro- no es sino otra manifestación del principio de género, que opera en la dirección de atraer las energías masculinas hacia las femeninas, y viceversa?

No podemos ofrecemos una prueba científica de esto en este momento, pero examinad los fenómenos a la luz de las enseñanzas herméticas sobre el asunto, y ved si no tenéis una mejor hipótesis que funcione que cualquiera ofrecida por la ciencia física. Someted todos los fenómenos físicos a la prueba, y discerniréis el principio de género siempre en evidencia.

Pasemos ahora a una consideración de la operación del principio en el plano mental. Muchos rasgos interesantes están aguardando ahí su examen.

El Kybalion - 13a Parte- Causación


CAPÍTULO XII

CAUSACIÓN

«Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo con la ley; la casualidad no es sino un nombre para la ley no reconocida; hay muchos planos de causación, pero nada se escapa a la ley.»

El Kybalion.

El gran sexto principio hermético -el principio de causa y efecto- incorpora la verdad de que la ley compenetra el universo; que nada sucede por casualidad; que casualidad es meramente un término que indica una causa existente pero no reconocida o percibido; que los fenómenos son continuos, sin ruptura o excepción.

El principio de causa y efecto subyace a todo pensamiento científico, antiguo y moderno, y fue enunciado por los instructores herméticos en los días más tempranos. Mientras que han surgido muchas y variadas disputas entre las muchas escuelas de pensamiento desde entonces, estas disputas han sido principalmente sobre los detalles de las operaciones del principio, y aún más a menudo sobre el significado de ciertas palabras.

El principio subyacente de causa y efecto ha sido aceptado como correcto por prácticamente todos los pensadores del mundo dignos del nombre. Pensar de otro modo sería arrebatar los fenómenos del universo del dominio de la ley y el orden, y relegarlos al control del algo imaginario al que los hombres han llamado «casualidad».

Una pequeña consideración le mostrará a cualquiera que no hay en realidad tal cosa como la casualidad pura. Webster define la palabra «casualidad» como sigue: «Un agente o modo de actividad supuesto diferente de una fuerza, ley o propósito; la operación o actividad de tal agente; el supuesto efecto de un agente tal; un acontecimiento, accidente, etc.»

Pero una pequeña consideración os mostrará que no puede haber un agente tal como la «casualidad», en el sentido de algo fuera de la ley, algo fuera de la causa y el efecto. ¿Cómo podría haber algo actuando en el universo fenoménico, independiente de las leyes, el orden y la continuidad del último? Un algo así sería enteramente independiente de la inclinación ordenada del universo, y por tanto, superior a ella.

No podemos imaginar nada fuera del TODO estando fuera de la ley, y eso sólo porque EL TODO es la LEY en sí. No hay sitio en el universo para algo exterior e independiente a la ley. La existencia de un algo así haría todas las leyes naturales inefectivas, y sumiría el universo en el desorden caótico y la falta de ley.

Un cuidadoso examen mostrará que lo que llamamos «casualidad» es meramente una expresión que se relaciona a causas oscuras; causas que no podemos percibir; causas que no podemos entender. La palabra casualidad se deriva de una palabra que significa «caer» (como la caída de los dados), siendo la idea que la caída del dado (y muchos otros acontecimientos) son meramente un «acontecimiento» no relacionado a causa alguna. Y éste es el sentido en el que el término se emplea generalmente. Pero cuando la cuestión se examina de cerca, se ve que no hay ninguna casualidad en la caída del dado.

Cada vez que cae un dado, y muestra un cierto número, obedece a una ley tan infalible como la que gobierna la revolución de los planetas alrededor del sol. Detrás de la caída del dado hay causas, o cadenas de causas, que corren hacia atrás más lejos de lo que la mente puede seguirlas. La posición del dado en la caja, la cantidad de energía muscular gastada en el lanzamiento, la condición de la mesa, etc., son todas causas cuyo efecto puede verse. Pero detrás de estas causas vistas hay cadenas de causas invisibles precedentes, todas las cuales tienen una incidencia sobre el número del dado que cae hacia arriba.

Si se lanzase un dado un gran número de veces, se encontraría que los números mostrados serían aproximadamente iguales, esto es, que habría un número igual de un punto, dos puntos, etc., viniendo a la parte de arriba. Arrojad un penique al aire, y puede venir abajo en «cabezas» o «colas» (N. del T: equivalente inglés del «cara» y «cruz» español); pero haced un número suficiente de lanzamientos, y las cabezas y las colas se nivelarán aproximadamente.

Ésta es la operación de la ley de promedio. Pero tanto el promedio como el lanzamiento sencillo vienen bajo la ley de causa y efecto, y si fuéramos capaces de examinar las causas precedentes, se vería claramente que era simplemente imposible que el dado cayera de otro modo a como lo hizo, bajo las mismas circunstancias y en el mismo momento. Dadas las mismas causas, seguirán los mismos resultados. Hay siempre una «causa» y un «porqué» para todo evento. Nada «sucede» nunca sin una causa, o más bien una cadena de causas.

Alguna confusión ha surgido en las mentes de personas que consideraban este principio a partir del hecho de que eran incapaces de explicar cómo una cosa podría causar otra cosa, esto es, ser la «creadora» de la segunda cosa. Como una cuestión de hecho. Ninguna «cosa» causa o «crea» nunca otra «cosa». Causa y efecto tratan meramente con los «eventos». Un «evento» es «lo que viene, llega o sucede, como resultado o consecuencia de algún evento precedente».

Ningún evento «crea» otro evento, sino que es meramente un vínculo precedente en la gran cadena ordenada de eventos que fluyen de la energía creativa del TODO. Hay una continuidad entre todos los eventos precedentes, consecuentes y subsiguientes. Hay una relación existente entre todo lo que ha pasado antes y todo lo que sigue. Una piedra se desprende de la ladera de una montaña y aplasta el techo de una cabaña en el valle de abajo. A primera vista consideramos esto como un efecto del azar, pero cuando examinamos la cuestión encontramos una gran cadena de causas detrás de ello.

En primer lugar estaba la lluvia que ablandó la tierra que soportaba la piedra y que le permitió caer; entonces detrás de eso estaba la influencia del sol, otras lluvias, etc., que desintegraron gradualmente el pedazo de roca de un pedazo más grande; estaban además las causas que condujeron a la formación de la montaña, y su trastorno por convulsiones de la naturaleza, y así sucesivamente ad infinitum. Así, podríamos seguir las, causas detrás de la lluvia, etc. Entonces podríamos considerar la existencia del techo.

En breve, nos encontraríamos envueltos en una malla de causa y efecto, de la que pronto nos esforzaríamos por desenredamos. Igual que un hombre tiene dos padres, y cuatro abuelos, y ocho bisabuelos, y dieciséis tatarabuelos, y así sucesivamente hasta que se calculan digamos cuarenta generaciones, el número de ancestros corren a muchos millones, igual con el número de causas detrás incluso del más trivial evento o fenómeno, tal como el paso de una pequeñísima mota de hollín delante de vuestros ojos. No es una cuestión sencilla el seguir la huella del pedacito de hollín hasta el período primitivo de la historia del mundo cuando formaba parte de un voluminoso tronco de árbol, que fue convertido posteriormente en carbón, y así sucesivamente, hasta la mota de hollín que pasa ahora ante vuestra visión en su camino a otras aventuras. Y una poderosa cadena de eventos, causas y efectos la trajeron a su condición presente, y el último no es sino uno de la cadena de eventos que conducirán a producir otros eventos dentro de cientos de años.

Una de las series de eventos que surgen del diminuto pedacito de hollín fue la escritura de estas líneas, que hizo que el mecanógrafo ejecutase cierto trabajo, que el lector de pruebas hiciese lo mismo, y que hará surgir ciertos pensamientos en vuestra mente, y la de otros, que a su vez afectarán a otros, y así sucesivamente, y sucesivamente, y sucesivamente, más allá de la capacidad del hombre para pensar más lejos; y todo a partir del paso de un diminuto pedacito de hollín, todo lo cual muestra la relatividad y asociación de las cosas, y el hecho además de que «no hay grande, no hay pequeño en la mente que todo lo causa».

Deteneos a pensar un momento. Si un cierto hombre no hubiera encontrado a una cierta doncella, en el oscuro período de la Edad de Piedra, vosotros los que estáis leyendo ahora estas líneas no estaríais ahora aquí. Y si, quizá, la misma pareja hubiera dejado de encontrarse, nosotros los que ahora escribimos estas líneas no estaríamos ahora aquí. Y el acto mismo de escribir, por nuestra parte, y el acto de leer, por la vuestra, afectará no sólo las vidas respectivas de vosotros y nosotros, sino que tendrán también un efecto directo, o indirecto, sobre muchas otras personas que viven ahora y que vivirán en los tiempos venideros. Todo pensamiento que pensamos, todo acto que ejecutamos tiene sus resultados directos o indirectos que se ajustan en la gran cadena de causa y efecto.

En esta obra, no deseamos entrar en una consideración del libre albedrío, o el determinismo, por diversas razones. Entre éstas la principal es que ningún lado de la controversia es enteramente correcto; de hecho, ambos lados son parcialmente correctos, de acuerdo con las enseñanzas herméticas. El principio de polaridad muestra que ambas son medias-verdades -los polos opuestos de la verdad-. Las enseñanzas son que un hombre puede ser libre y sin embargo estar ligado por la necesidad, dependiendo del significado de los términos y la altura de verdad desde la que se examina la cuestión. Los antiguos escritores expresan así la cuestión: «Cuanto más lejos está la creación del centro, más atada está; cuanto más cerca del centro se llega, más cerca de ser libre está.»

La mayoría de la gente es más o menos esclava de la herencia, el entorno, etc., y manifiesta muy poca libertad. Ellos son arrastrados por las opiniones, costumbres y pensamientos del mundo externo, y también por sus emociones, sentimientos, humores, etc. No manifiestan ninguna maestría digna del hombre. Ellos repudian indignados este aserto, diciendo: «Bueno, ciertamente soy libre de actuar y hacer como me place; hago justo lo que quiero hacer», pero dejan de explicar de dónde surge el «quiero» y el «me place». ¿Qué les hace «querer» hacer una cosa en preferencia a otra; qué hace que les «plazca» hacer esto y no hacer aquello? ¿No hay un «porqué» a su «placer» y «querer»? El maestro puede cambiar estos «placeres» y «querencias» en otros en el extremo opuesto del polo mental. Él es capaz de «querer querer», en vez de querer porque algún sentimiento, humor, emoción o sugestión ambiental hace surgir una tendencia o deseo dentro de él a hacerlo así.

La mayoría de las personas son arrastradas como la piedra que cae, obedientes al entorno, las influencias externas y los humores internos, deseos, etc., por no hablar de los deseos y voluntades de otros más fuertes que ellos mismos, herencia, ambiente y sugestión, que les arrastran sin resistencia de su parte, o el ejercicio de la voluntad. Movidos como peones sobre el tablero de ajedrez de la vida, juegan sus papeles y son dejados a un lado después de que el juego ha concluido. Pero los maestros, conociendo las reglas del juego, se elevan por encima del plano de la vida material, y situándose en contacto con los poderes superiores de su naturaleza, dominan sus propios humores, caracteres, cualidades y polaridad, así como el ambiente que les rodea, y así se convierten en jugadores en el juego, en vez de peones -causas en vez de efectos-.

Los maestros no escapan a la causación de los planos superiores, sino que se ajustan a las leyes superiores, y dominan así las circunstancias en el plano inferior. Forman así una parte consciente de la ley, en vez de ser meros instrumentos ciegos. Mientras que sirven en los planos superiores, rigen en el plano material.

Pero, en el superior y en el inferior, la ley está siempre en operación. No hay cosas tales como la casualidad. La diosa ciega ha sido abolida por la razón. Somos capaces de ver ahora, con ojos aclarados por el conocimiento, que todo está gobernado por la ley universal -que el número infinito de leyes no son sino manifestaciones de la única gran ley-, la LEY que es EL TODO. Es cierto en verdad que ni un gorrión cae sin advertirlo la mente del TODO -que incluso los pelos en nuestra cabeza están numerados- como lo han dicho las Escrituras. No hay nada fuera de la ley; nada que suceda contrario a ella. Y sin embargo, no cometáis el error de suponer que el hombre no es sino un autómata ciego -lejos de ello-. Las enseñanzas herméticas dicen que el hombre puede usar la ley para superar las leyes, y que lo superior siempre prevalecerá contra lo inferior, hasta que al final haya alcanzado la etapa en la que busque refugio en la LEY misma, y se mofe de las leyes fenoménicas. ¿Sois capaces de captar el significado interno de esto?